19.5.09

Baobab


IV (de IV)

Pensaba que había sufrido una especie de: “encantamiento arborescente”, seguramente así lo llamarían los libros de magia y fantasía. No podía ser otra cosa, sólo los seres fantásticos hacen encantos. El problema era que los baobabs existían sin que yo lo supiera. Ahora que los he visto y sentido, que ya no son como los imagino sino como son, ahora que puedo compararlos con los dibujos que vi cuando era niño, estoy más confundido. ¿Cuáles son los baobabs en que me abismo, los que me hacen fijar la mirada en el vacío y entrar de nuevo en el ensueño? ¿Acaso el baobab sobre papel y el de tierra firme no comparten un mismo elemento? Quizás, al final de todo, la realidad concreta y el mundo imaginado son sólo una cuestión de percepción. Los árboles de papel y los de madera de Mombasa acaso son los mismos. Como sea, ambos me maravillan. En sus ramas alambicadas, a la manera de un coloso que recién nace y realiza ejercicios de estiramiento, a la manera de un monstruo que se arrepiente y en su estático nos estremece por su misteriosa belleza, habita el imperio de la forma. Un humilde imperio. Una vez más, para llegar al sueño de la rosa, con poco basta.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario