23.4.09

Baobab. Jugar al árbol



Cómo saber el sueño de la rosa, se pregunta Salvador Elizondo, como inquiriendo la manera de llegar al centro de las cosas. Y ya que hablamos de rosas, recuerdo el libro de poesía de Eduardo Lizalde, Rosas -y sus traducciones a las de Rilke-, otro que también se pregunta si se puede viajar al centro mismo de las cosas, no tengo a la vista sus versos, pero dicen algo así: "Pero ¿qué cosa dicen de las cosas los nombres?".

No llegaremos al centro. Nuestro natural es ser tangente. Al menos nos conforma saber algunas cosas. Siempre he admirado a los exploradores. Esos ornitólogos que no sólo se conforman con contemplar las aves y se regalan el arte de dibujarlas. Yo he cumplido con mi pequeña ornitología: he conocido la rara avis del Baobab. Sin querer conocer, como los buenos exploradores, de las tantas cosas.
He llegado al fruto del Baobab. Lo he comido y he guardado sus semillas para usarlas de fichas en el juego de Mancala, mejor conocido en esta región como Bao, una variante jugada en Tanzania. Acostumbraba a jugar Mancala en México, en un tablero muy sencillo de dos columnas, las semillas que usaba eran de Café. Se cree que el Mancala es el juego más antiguo del mundo, precisamente los tableros más antiguos se han encontrado en esta región de África, en Kenia y Etiopía.
En Mombasa, no perdí la oportunidad de comprarme un Mancala del estilo tanzano. Sus fichas serán las semillas del Baobab. En este fruto verdoso y aterciopelado que encontré al pie de un Baobab, se guardan cientos de semillas, listas para saltar en las casillas del Bao (bab). El juego más antiguo del mundo jugará con las semillas de un Bao-bab acaso milenario. Unidos por sus letras, por el tiempo, y lo más importante, por el juego de la vida.

17.4.09

El camino a Mombasa lleno de Baobabs


Cuando supe que el camino al puerto de Mombasa, partiendo de Nairobi, permitía contemplar cientos de Baobabs a pie de carretera, decidí ir tan pronto como fuera posible. Así lo hice el pasado 10 de abril. Los Baobabs me hicieron recordar la primera ilusión que tuve por conocerlos, cuando leí el libro El principito. En un principio, creía que eran árboles imaginarios. Después, cuando leí la vehemencia con que Octavio Paz se expresaba de los banianos, sospeché que, en efecto, existen los árboles fantásticos. No son los árboles del conocimiento, bíblicos, son los árboles del sentimiento, el árbol familiar. Ya en Mombasa, durante una de esas noches portuarias, recordé la primera vez que fui atraído por un árbol: mi padre, profesor universitario, aprovechaba su prestación de bono de libros cada fin de año para llevarnos a la librería de la universidad . En alguna ocasión, todavía niño, elegí un libro de Botánica cuya portada mostraba las coníferas gigantes de los bosques de California. Por supuesto, más atraído por la imagen del árbol que por los contenidos vegetales del libro.

16.4.09

Era del año la estación florida. Sobre el ecuador es en Noviembre. Este mes llegué a Nairobi


¿Cómo iniciar la escritura de un blog? Anne Carson, en su libro Man in the off hours, recordó que las historias se iniciaban, en la época antigua, no con una fecha de calendario sino con un dato anecdótico, un acontecimiento. Y me recuerda el verso Era del año la estación florida, cuando llegúe a Nairobi. En cambio, Amos Oz, se refiere a los inicios con la intesidad de la imagen, y recuerda aquel comienzo de la novela de García Márquez: vaca y gallinazos que aperecen en el balcón de un edificio de cabildo. Quizás deba iniciar con una advertencia: escribiré un Parte de Diario y libros de poesía. Pero no es cierto, inicié con una imagen: una foto de baobab. Árbol de origen mítico: cuenta la historia que alguna vez el baobab, arrogante por su grandeza, fue castigado por los dioses sembrándolo de cabeza; por ello, a la distancia, parece ser un árbol al revés, árbol que lleva por follaje las raíces. Quizá este significado resuma mi intención, hacer públicas las raíces que, por más exteriores que sean, seguirán siendo, como diría Octavio Paz, un Árbol adentro.