19.5.09

Baobab: Tener madera de papel

I (de IV)

No termino de entender la insólita belleza del baobab. Sus inusitadas cualidades, a lo mucho, ayudan a conocerlo, no a comprenderlo, y aún menos, a admirarlo. Sus tantas gracias, no revelan el misterio de su belleza. Pero aquellos que gustan de datos, a fin de ganar la trivia de la sobremesa en turno, tengan en cuenta que entre sus diversos talentos, el baobab tiene una capacidad regenerativa impresionante, sanando con rapidez los daños ocasionados por elefantes y otros depredadores, que de no ser por esta facultad ya hubiesen cedido ante los fuertes embates paquidérmicos y serían un espécimen extinto. En abril de 2004, murió el baobab más grande que se ha registrado en África, se encontraba en los alrededores de Tsumkwe en Namibia, y lo llamaban Grootboom [gran árbol]; Grootboom era el ser vivo más longevo del Continente. Quizá ahora ocupa su lugar el grandioso Chapman, de Botswana. En francés, el nombre común del baobab es arbre de mille ans [árbol de mil años]. Y no se equivoca, hay baobabs que han sido datados en miles de años –aunque el ahuecamiento de su tronco impide fechar con precisión-. Tampoco su nombre común se equivoca: Baobab significa fruta llena de semillas, se han llegado a encontrar hasta 600 semillas en un solo fruto. Contemplarlo es, quizá, ver la misma imagen que alguna vez vio un homínido anterior al homo sapiens. Saber que también fue el paisaje de los primeros hombres, que una tarde pudieron ver la majestuosa silueta del baobab cuando es puesto a contra luz en el ocaso, es una suerte de hermandad milenaria. Uno intuye que desde la verdura de la eras, existe el asombro por la naturaleza, que el mundo nos sigue sorprendiendo. Precisamente en Kenia yace Lucy, el fósil de homínido más antiguo sobre el planeta. Estar en la cuna de la humanidad invita a distintas reflexiones; quizá la más importante: somos una brevedad en la historia y, paradójicamente, somos más antiguos de lo que pensamos. Por demás, la historia de cada hombre, vista a la luz de la historia de la vida, es un instante; en nuestra brevedad no nos queda sino recobrar, como decía Octavio Paz, El olvidado asombro de estar vivos.

2 comentarios:

  1. Una grata sorpresa encontrar este blog tuyo y estas notas sobre los baobabs. Al igual que tú, durante años (por culpa de El Principito) pensé que se trataba de árboles imaginarios.
    Un abrazo

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  2. Una grata sorpresa encontrar este blog tuyo, Miguel Ángel.
    Como tú, durante años pensé también en el baobab como un árbol imaginario, que inquitaba al Principito menos que su empeñosa búsqueda de amigos.
    Un abrazo
    Gregorio Cervantes

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